Podría
inventar mil excusas para justificar un año de ausencia porque no hay
una razón concreta ni única, que avale mi desaparición bloguera.
Supongo
que apartarme de mis propias letras, esas que hablan de mi en lo más
íntimo, formaba parte de mi proceso de cambio interior.
Lo
cierto es que este último año ha sido distinto a lo que venía siendo mi
vida. Un año intenso en lo laboral con algún que otro punto y final
pero también con algún punto y seguido. En cualquier caso, un nuevo
aprendizaje profesional en un sector completamente desconocido para mi.
Un
año da para acumular muchas experiencias distintas, conocer gente, desconocer a otra tanta, cambiar muchas veces de parecer, visitar infinidad de lugares,
pero sobre todo para re-inventarte, como mínimo en 365 ocasiones.
Hace tiempo escribí que a veces las respuestas a preguntas que
llevas mucho tiempo formulándote, llegan en el instante más inesperado y
casi por casualidad, sin esperarlo. Hoy
sé por qué regreso a este lugar, por qué justo hoy mis dedos vuelven a
acariciar el teclado, por qué hoy y no ayer o mañana, tengo ganas de
reaparecer y comenzar de nuevo a dibujar historias con palabras.
Lo
mío casi siempre ha sido hablar del amor y del desamor a través de
experiencias personales o muy cercanas. En ese terreno, mi corazón está
tranquilo, sin sobresaltos. Sólo me dejo llevar por el momento, sin
enamoramientos que idealicen a la otra parte como me ha sucedido a lo
largo de mi vida. Ahora sé perfectamente que no necesito a nadie para
completarme porque soy un todo, y que siempre
encontraré a personas que me complementen sin que tengan que ser "a priori", el amor
de mi vida.
Ya sé que habrá quienes
no comprendan muy bien esto último, especialmente viniendo de una
romántica como yo, que siempre ha defendido el amor por encima de todo.
Pero claro, la vida te va enseñando que lo importante es vivir
intensamente los momentos que tocan, porque desde el instante que
comienzas a planificar una vida junto a alguien, dejas de vivir el
ahora. Pasamos demasiado tiempo distraidos pensando en si la persona que
hoy nos llena, será la adecuada dentro de unos años. Esto suele conducirnos al fracaso más rotundo sin permitirnos disfrutar plenamente de quién hoy
nos coge la mano.
¿Qué importa si
mañana al despertar ya no lo vemos con los mismos ojos?, lo que cuenta
es con los ojos que miramos hoy, lo que sentimos hoy, lo que se
nos remueve por dentro hoy. Mañana será otro cantar, como dicen los
abuelos.
En cualquier caso no es el
amor ni el desamor por lo que quiero volver a escribir. No es
una tercera persona quien motiva mis letras, ni un problema concreto.
Regreso porque me llena de satisfacción saber que hay personas que aún
sin conocerme, me extrañan.
Regreso
porque hay alguien, no sé su nombre ni el lugar desde el que me lee, que
me ha emocionado haciéndome saber que mis palabras han sido su consuelo
ante el desánimo. Alguien que ha encontrado en mis retales el
oasis en el que calmar su sed, así como el rincón en el que se ha visto
reflejada o reflejado, cuando el amor ha tocado su puerta (o mejor dicho,
su corazón).
No sé quién eres, pero
soy yo la que te estoy agradecida por devolverme las ganas de seguir
aporreando el teclado de mi ya obsoleto portátil, con algunas letras tan desgastadas que apenas se vislumbran.